jueves, 8 de diciembre de 2011

Carta segunda a orillas del sepulcro del olvido

Ñuu Oko a 8 de diciembre de 2011.


Froto hojas de candó entre mis dedos y aspiro su aroma, fresco e intenso al mismo tiempo...entonces, sin proponérmelo, recuerdo el candó de flores violetas, que hace algunos años me regalaste, diciéndome: por acá lo usan para condimentar algunas comidas.

Sembré una planta de esta flor hace un año, como tu sabes, pero jamás la utilicé para condimentar la comida. En estos días, la curiosidad me llevó a comprar algunas tichindas. Un amigo de Collantes, insistió en que el candó es indispensable al prepararlas en caldo o mole y fui al centro de la ciudad a tratar de conseguirlo. En un terreno ubicado a espaldas de la iglesia del Señor Santiago, se ubica un local donde el candó lo venden recién cortado de las abundantes matas que tienen allí, contemplé el gran matorral por un momento con sus flores violetas decorando todas sus ramas, froté algunas hojas entre mis dedos y aspiré su aroma, pensé en ti, buscándome, llamándome por cualquier pretexto, platicándome algún proyecto, algún sueño, jugando, haciéndome alguna broma, todos esos detalles que nutren y dan color a una relación entre dos y que ahora no tenemos.


Pensé en que dejé de buscarte, porque conforme lo intentaba al paso del tiempo, acabó por derrotarme tu cruda indiferencia, el abandono en el que sentí me dejaste hundida desde que llegué aquí. Tal vez deposité en ti demasiadas expectativas, con las que tú aunque quisieras, no podrías cargar. Recordé, que me vi en la necesidad de hacer nuevos amigos, tu sabes, soy un animal social como cualquiera en este mundo, no puedo vivir como ermitaña por el resto de mi vida, así no sobreviviré y yo...yo necesito, como tú, también tengo derecho a sentirme viva.


Hay un enorme vacío en mi corazón, desde tu ausencia, a veces me parece que pueden llenarlo los amigos, el trabajo, los proyectos, alguna nueva ilusión que se vislumbra pero no se concreta...Pero, yo no busqué la mata de candó, yo no pensé en él al momento de comprar las tichindas, yo no creí que lo encontraría tan abundante y fresco al momento de comprarlo, cuando lo froté entre mis dedos y aspiré su aroma, te recordé, pensé de inmediato en ti, el recuerdo me produjo alegría y te vi de vuelta junto a mi, regalándome una de estas flores violetas, en seguida sentí melancolía, cuando entendí que solo vivo de recuerdos, cuando te siento cada vez mas lejano y veo con tristeza que hay tiempos que ya no volverán. Ahora, al volver a aspirar el aroma fresco y penetrante de estas hojas de candó, con las que me topé sin proponérmelo, me consuelo pensando que tal vez estos tiempos serán diferentes, tal vez tendremos que inventar nuevos caminos, nuevas formas (si realmente queremos) para estar juntos... ¡Te extraño!


Esperanza.